En el colegio, un lápiz le dice al borrador: «¡Eres increíble, siempre me ayudas cuando me equivoco!». Y el borrador responde: «Sí, pero cada vez que lo hago, pierdo un pedazo de mí mismo». El lápiz, sonriendo, dice: «No te preocupes, a mí siempre me hacen punta, ¡así nunca dejamos de aprender!». La regla que escuchaba cerca, comenta: «Sólo quería medir qué tan profundo es este amor de colegio».