Un amigo me cuenta que fue a un restaurante tan exclusivo que, para entrar, no basta con reservar. Resulta que necesitas un diccionario de tres tomos para entender el menú. Al final, pidió algo llamado «Euforia Gastronómica» y le trajeron… una servilleta ¡porque la verdadera delicia era respirar el «aroma exótico» que rodeaba la mesa!