En una cocina, un tomate le dice a una cebolla: «Siempre que te corto, lloras». La cebolla responde: «No es por ti, es que sigo sin superar al ajo, nunca me dijo que tenía un aroma tan fuerte». El tomate pregunta: «¿Pero al menos era simpático?». Y la cebolla responde: «Sí, pero siempre me dejaba con mal sabor… de boca».