Un día, Platón y Aristóteles van a un café filosófico. Platón pide un cappuccino perfecto que solo existe en su mente. El camarero, confundido, pregunta: «¿Y Aristóteles qué desea?» Aristóteles responde: «A mí dame un espresso, pero con un poco más de esencia, por favor». Al final, ambos se quedan sin café: el cappuccino perfecto nunca llega y el espresso tiene demasiada metafísica.