Un día, Caperucita se encuentra al Lobo y este le dice: «¡Caperucita, te voy a comer!». Ella, muy tranquila, contesta: «¿Comer? ¡Eso estaría bien! Pero no te olvides el postre… ¡Rosegaas!» El Lobo, confundido, pregunta: «¿Rosegaas?». Y Caperucita, riendo, aclara: «¡Rozégate un poco primero y luego conversamos!»