Un día Descartes va a una cafetería en París y el mesero le pregunta: «¿Le gustaría un café, señor Descartes?» Él responde: «Pienso que no», y ¡puf! Desaparece. El mesero se queda pensando y dice: «Y ahora, ¿quién paga la cuenta si ni siquiera existo?»