Un día, Jaimito llega del colegio muy contento y le dice a su mamá: “¡Mamá, mamá, hoy aprendí a escribir sin mirar!” La madre, emocionada, le pregunta: “¿Y qué escribiste, Jaimito?” A lo que él responde orgulloso: “Eso no lo sé, ¡aún no he aprendido a leer! Pero se veía muy bonito ¡lleno de curvas y líneas rectas!”