Un detective privado abre una agencia y recibe a su primer cliente, un hombre angustiado. «¡Detective, ha desaparecido mi bolígrafo favorito! ¡Desapareció sin dejar rastro!», exclama el hombre. El detective, muy serio, saca una lupa y examina el escritorio. Luego le dice: «Creo que tengo una pista. ¡Está claro que el culpable es… el síndrome del ‘cliente curioso’!», y señala al hombre que juguetea con el bolígrafo en la mano. «Pero… ¿cómo lo supo?», pregunta el cliente sorprendido. El detective sonríe y responde: «Soy detective de mistErios, no de misterios».