En una isla desierta, el Capitán Garfio le pregunta a su loro: «¿Dónde escondí mi tesoro?». El loro responde: «¡No me hables! ¡Todavía estoy molesto porque usaste mi pata como escoba para barrer la cubierta!». El capitán, confundido, murmura: «Debí elegir mejor al vigía…».