Un amigo supersticioso llevaba siempre una pata de conejo para la buena suerte. Un día, se la encontró un mago que le dijo: «Esa pata era de mi conejo, ahora verás magia.» El amigo preguntó: «¿Cuál magia?» Y el mago respondió: «¡Que intentes decir ‘abracadabra’ con un conejo enojado persiguiéndote!» Desde ese día, el amigo decidió mejor llevar un trébol, ¡al menos esos no corren!