Suerte y reflejos: un negocio redondo.

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En un pueblo donde eran muy supersticiosos, un señor decidió abrir una tienda de espejos justo al lado de la casa de un gato negro. Los vecinos le decían que iba a tener mala suerte y él contestaba: «¡Solo si no vendo ni uno en siete años!» Al tercer día, el gato entró al local, derribó un espejo y se llevó un ratón. Viendo el desastre, el dueño sonrió y exclamó: «¡Clientes satisfechos siempre vuelven!»