¿Por qué el pirata no podía jugar a las cartas en el barco? Porque siempre estaba escondiendo sus ases bajo la manga… ¡y en el barco ya había demasiados secretos con tanto loro chismoso! Su capitán, cansado de tanta trampa, decidió que a partir de ahora solo se jugaría al parchís, donde el único peligro sería que el loro moviera las fichas de un picotazo. A fin de cuentas, lo más valioso de un tesoro no es el oro, sino la diversión.