¿Por qué el auto se llevó bien con el semáforo inteligente? Porque ambos siempre estaban en la misma onda: el auto nunca dejó de moverse, y el semáforo, con su personalidad tan cambiante, nunca dejó de sorprender. Un día, el auto le dijo al semáforo: «Tú siempre me das luz verde para seguir mis sueños, ¡pero por favor no me cambies de rumbo con tus luces amarillas cuando estoy emocionado!» El semáforo le guiñó un ojo y le respondió: «Tranquilo, amigo, que yo solo pongo freno a aquellos que no saben a dónde van.»